La relación entre cliente (o agencia) y freelance (o trabajador) no es nunca justa. Da igual cuál sea la situación o los términos que partes. Es una relación de dominación y sumisión se mire como se mire, y no quiero decir que eso sea malo. Si se es completamente transparente y sabes cuál es tu papel no debería surgir ningún problema al aceptar esa situación. El problema es cuando te intentan colar que es una relación de igual a igual para que piques y entres en su juego.
¿Qué juego? Pues concretamente el que describo en el artículo que realicé para Colectivo Miga y que publiqué e su blog en enero de 2017. En él asemejo la relación entre ambas partes a la sacudida de un látigo y en la sucesión de acontecimientos desde que estrechas la mano del director de la empresa hasta que el mismo director firma tu finiquito.
Escribí este artículo basándome en mi carrera profesional. Concretamente en dos experiencias de las que aún no me he recuperado. Sigo escuchando cada día el chasquido del látigo y con él la caída de mis ilusiones en el sector de la publicidad.
Si estáis pensando en estudiar publicidad, en ofrecer tus servicios a una agencia o un gran cliente, o si ya formas parte de este mundillo y aún no sabes qué te depara el futuro, lee este artículo. Ya en su día tuvo bastante aceptación porque muchísimos profesionales se sintieron identificados y nos lo comunicaron. Por algo será.
Puedes encontrarlo en el blog de Colectivo Miga e la web Colectivo Miga o en este enlace y lleva como título La punta del látigo.
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