No te conozco personalmente (creo), pero estoy seguro de que eres consciente de la dictadura de «lo normal», de lo absurdo de perseguir tener en un «cuerpo ideal» que se ajuste a la moda imperante y de que no puedes vivir buscando la aprobación o la admiración de cualquier otra persona que no seas tú mismo. Pero entonces ¿Por qué se te hace un mundo cambiar a la ropa de verano o mostrar tu cuerpo en la playa? No es fácil explicar por qué nos sentimos así. Es complejo.
No conozco a ninguna persona que esté completamente satisfecha consigo misma. Todos tenemos algo de lo que nos avergonzamos en mayor o menor medida. A la vez todos somos conscientes de nuestras vergüenzas y sabemos a ciencia cierta que no deberían limitarnos como personas. Que vengan a decirnos que «la belleza está en el interior» no es más que un motivo más para sentirnos mal.
Como veréis, estoy hablando en primera persona. Yo mismo confieso que no ha habido un verano en mi vida que no haya sentido un nudo en la garganta al quitarme la camiseta en una piscina o en el que que busque desesperadamente un cojín para ocultar mi barriga si me siento en un sofá. Soy un señor de mediana edad, calvo, fofo, introvertido y paliducho, pero eso no es ninguna novedad porque llevo siendo así desde que era adolescente.
Siempre me ha faltado pelo donde debería y me ha sobrado donde no. Pasé de ser un niño gordo a un postadolescente con unas estrías que jamás desaparecerían por mucho que adelgazara o me embadurnara de cremas. No soy capaz de mostrarme abierto y comunicativo a la primera de cambio y se me olvidará tu nombre en cuanto nos presenten. Siempre he bajado la mirada cuando me he cruzado con alguien que me atraía y me arrepiento de cada una de las palabras que no dije cuando llego a mi casa después de hablar con la gente que me gusta. Como defensa me escudo en mi sentido del humor y en un intento vano por controlar las situaciones, pero mis problemas de autoestima me empujan siempre a una mala relación con la comida y a una insatisfacción constante que me tiene al filo de la depresión. Soy plenamente consciente de ello.
Igualmente soy consciente de las soluciones. Ir a terapia, incorporar hábitos saludables fácilmente abordables en mi rutina diaria (como comer sano y hacer un ejercicio suave), establecer relaciones naturalmente abriéndome a las personas sólo hasta donde me encuentre cómodo, aceptar que este es mi cuerpo y que lo debo amar y cuidar por todo lo que me hace sentir, etc. Pero, si tengo la cabeza bien amueblada y soy consciente de mis problemas y sus soluciones ¿De dónde vienen estas dudas?
Hoy en día, los inseguros como nosotros, estamos en un fuego cruzado de mensajes. Por una parte está toda la maquinaria capitalista que nos quiere vender prendas de vestir con tallas inhumanas, alimentos light, bonos de gimnasio o maquillaje. Por la otra está la misma maquinaria capitalista pero disfrazada de amigo preocupado y que bombardea igualmente con libros de autoayuda, geles para cuerpos diversos, productos bio, aplicaciones de mindfulnes o moda minimalista, vegana, respetuosa y sostenible. Nosotros estamos justo en medio sintiéndonos como imbéciles por no estar seguros de ser nosotros mismos, pero con una promesa soterrada de que debemos ser «mejores personas» (consumiendo, claro está).
La gente™ (cualificada o no) te dirá que es por culpa de tus complejos: complejo de gordo o de delgado, complejo de calvo o de peludo, complejo de ser muy blanco o de ser demasiado moreno, complejo por tener un acento u otro, complejo por ser más o menos carismático, por ser distinto o del montón, por tener más o menos dinero… pero no puede ser tan simple. De ser tan fácil etiquetarlo y conociendo cómo solucionarlo, lo habríamos superado hace años.
Si estamos y somos así no es sólo culpa de nuestros complejos, es por algo más complejo.
Ahora pensarás que te voy a dar la respuesta. Que tras años de acomplejado oficial he visto la luz y estoy escribiendo esta parrafada para compartir con el mundo mi solución milagrosa. Incluso puede que pienses que este artículo es una sucia estratagema para venderte un ebook o promocionar un nuevo podcast, y así cerrar el círculo capitalista del buen rollo. Pero te equivocas.
Hace un par de días pude ir a la playa. No había demasiada gente y, mientras mi mujer y mi hijo corrían hacia el mar, yo me quedé de pié paralizado por unos segundos antes la idea de descubrir mi torso. Miré a mi alrededor y había personas de todas las edades y con muchos tipos de cuerpos. Me quité la camiseta como quien se quita una tirita. Después pasé la mitad de la tarde intentando no pensar en que alguien me estaba juzgando, pero la otra mitad pensando en que posiblemente la mayoría aquellas personas habría sufrido el mismo mal trago delante del espejo de su casa, en la cola de un probador o quizás en aquella misma playa. Por eso decidí escribir este texto.
Aquel día no me sentí mejor ni me miré al espejo con otro talante, pero sí fui consciente del tremendo peso de la culpa. Lo que quiero decirte es que si te sientes inseguro con tu cuerpo pese a ser consciente de que se puede resolver y de cómo hacerlo, no es exclusivamente culpa tuya. Haz lo posible por no cargar además con el lastre de la culpa ajena. Puede que no solucione tus miserias personales, pero seguro que no las empeora.
No te puedo asegurar que yo mismo lo logre, pero voy a intentar con todas mis fuerzas no martirizarme pensando en que no hay factores externos que condicionen mi comportamiento o mi manera de ser.
En cierta manera nos empujan a tomar una actitud egocentrista porque nos vemos obligados a encajar como sea en nuestro entorno. No digo que seamos exclusivamente víctimas de la deriva, pero que no nos hagan cargar con todo el peso de esta mierda. Somos seres sociales y una buena parte de cómo somos es consecuencia de decisiones a nivel global.
Hay que ser conscientes de que como individuos tenemos un límite de acción, y que podemos ser parte de un movimiento colectivo que puede (o no) suponer un cambio. Pero también seamos sinceros, lo máximo a lo que podemos aspirar en un primer momento es a no sentirnos incómodos nadando en estas aguas tan turbias.
Si compartir es vivir, no seas egoísta y comparte su trozo de culpabilidad correspondiente con corporaciones, gobiernos, culturas, religiones y demás. Seguro que tus «kilos de más» a ellos nos les pesan tanto como a ti.
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